Liverpool ha logrado en este campeonato, sin lugar a dudas, que el hincha sepa recitar el equipo de memoria. La línea de tres que pone habitualmente técnico Apud está conformada por Agustín Lucas, Sergio Bica y Emanuel González. El primero, además de tener una carrera futbolística, lleva a cabo una vida de poeta.
Fuente: La diaria |
Agustín Lucas jugó en varios clubes y países. No tuvo una carrera rodeada de fama y codicia, pero no quita que haya sido una carrera más que digna y enorgullecedora para varios. Pasó por el ascenso argentino cuando jugó en Comunicaciones, por el fútbol venezonalo con el DANZ y por el fútbol panameño cuando lo hizo en Deportivo Jalapa. Jugando en cuadros de presupuestos bajos, vivió experiencias que lo llevaron a conformar una personalidad única. En oportunidades ha declarado que no es lo que uno sueña cuando arranca su carrera de futbolista, pero que hay que aceptar las condiciones y jugar en esos clubes.
Sin ser un licenciado, ni tener un título universitario, empezó a escribir poesía como un escape a la realidad. De a poco fue tomándole gusto y empezó a darle más tiempo y dedicación. “La poesía, para mí, es cuestionarme cosas, encuentro en ella la respuesta para muchas cosas. Al principio lo hacía como una manera de escape y después como algo para mí, para aprender” dijo Lucas en una nota que le realizaron en el portal Aguanten Che.
Con su faceta de escritor, ha publicado tres obras. La última fue Insectario (Yaugurú, 2014) y completan su biblioteca de autor: No todos los dedos son prensiles (Editora Pirates, 2007) y Club (Yaugurú, 2010). Además de sus publicaciones, cuenta con una página web llamada Tapones de fierro, donde sube sus poemas personales, dedicados al fútbol, al hermoso fútbol uruguayo con sus manías y constumbres.
El win- Agustín Lucas
Ese. Que se ocupa de gastar el pasto
de las esquinas a las que pocos llegan.
Ese. El puntero de la mejor droga:
el centro de gol.
Ese cocinero del centro a la olla.
Ese. Ojo con ese.
Lateral infame.
No le des un metro porque dispara.
Frío. Y se va.
A esa esquina perdida del barrio rival.
A entregarle el gol a esa hinchada
que sabe que antes del hambre está la desdicha.
Y pucha que si no lo sabe igual festeja.
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